Abajo tenemos al Discóbolo y el David, las mujeres ya habrán fijado la mirada en la parte anatómica correspondiente sin siquiera darse cuenta


La hembra humana, como todas las hembras, es selectiva bajo criterios de supervivencia de la especie. Ella invertirá gran parte de su vida en la crianza de sus hijos y no habrá oportunidades de remediar un error en la elección, si el macho elegido no es el adecuado, sus crías pueden morir de hambre por ser mal proveedor el padre o no sobrevivir cuando se emancipen por no ser aptos hereditariamente. Es así que la naturaleza crea en la hembra humana objetos de deseo específicos para este fin, es decir que la mujer se excita con esos atributos físicos que serán útiles para sus crías.
Vemos en la siguiente imagen como evoluciona nuestra postura y como grupos musculares no importantes se hacen imprescindibles a medida que vamos cambiando:
En la imagen de arriba vemos como los glúteos funcionan como propulsores de la carrera bípeda y fueron creciendo y tomando firmeza a medida que nos hicimos corredores de manos libres
La diferencia de tamaño entre los glúteos de nuestros primos y los nuestros es notable a simple vista, aquí lo vemos en ancho, pero el vientre muscular es más profundo aún cuando lo vemos de costado, y esto se debe a la mecánica de nuestra carrera, ya que para poder emplear armas necesitábamos correr en dos patas y lo más rápido posible
Lo primero que llama la atención en la mujer, ante la vista de un hombre desnudo, obviamente son sus glúteos. Los pensamientos eróticos se trasladan para adaptarse a esa necesidad, la mujer siente esas nalgas en sus manos imaginándolas como serían mientras estuviera siendo penetrada, pero todos estos pensamientos erotizantes tiene la función de hacer excitar a la mujer con el macho biológicamente apto para seguir evolucionando, para que sus crías tengan un padre cazador que los provea y para que ellos a su vez hereden ese atributo anatómico que les permita ser cazadores aptos para sobrevivir cuando sean adultos. Los glúteos no tienen gran incidencia en el placer de la mujer, como podría ser el pene o la lengua o incluso los dedos deberían llamar más la atención de la hembra humana si estuviera consciente de porqué se erotiza, pero la naturaleza evolutiva puso en su memoria genética ese objeto de deseo, que si bien no le proporciona placer, la llama al sexo sin poder explicarse el motivo. Los motivos, están en las estrategias naturales de la evolución.
Las feromonas "irresistibles" que se venden por ahí
El caso de los sistemas inmunológicos
En una universidad de los Estados Unidos, se realizó un experimento interesante. Se hizo que varias mujeres durmieran con unas camisetas completamente limpias por una noche. Al día siguiente, esas camisetas impregnadas con el olor de cada una de estas mujeres fue colocada en frascos sellados y guardadas en la heladera.
Luego se tomó un grupo de hombres, y uno a uno se les hizo oler el frasco (mediante una pequeña perforación en la tapa para mantener los olores) y se les hizo ordenar los mismos según su orden de preferencia. En un extremo las que no le agradaban para nada, en el otro las que llegaban a excitarlo con el olor.
Cada uno de estos hombres tuvo un orden de preferencia distinto. Se estudiaron luego varios aspectos de las mujeres y los hombres y se encontró una interesante coincidencia. Las mujeres cuyos olores más atraían a un hombre determinado, tenía su sistema inmunológico completamente distinto al de él. Cuánto más parecidos eran sus sistemas inmunológicos, menos atracción causaba en el hombre.
La evolución ha sabido encontrar un mecanismo por el cual las crías tenga la mayor inmunidad posible. Al ser las personas atraídas por los olores de personas que tiene sus sistemas inmunológicos distintos al suyo, las crías sumaran los sistemas inmunológicos de ambos, teniendo mayor chance de sobrevivir a las enfermedades en tiempos primitivos, en que no existía los médicos ni las vacunas.
Esta atracción o repulsión se da tanto en hombres como en mujeres, por lo que esto da por tierra con el negocio de la venta de aromas irresistibles, ya que lo que es irresistible para algunas personas, causa rechazo en otras. No hay feromonas que nos atraigan a todos por igual.